Descubre la Serenidad: Consejos Estoicos para una Vida Tranquila
Te falta el aire, te tiembla el cuerpo. No logras dormir bien, te duele el estómago o la cabeza. Se te nubla el pensamiento. La turbación y la intranquilidad son sensaciones que hoy se adueñan de prácticamente todos nosotros. Vivimos constantemente nerviosos, angustiados e intranquilos, y un profundo sentimiento de agobio inunda nuestra alma y nos impide vivir con serenidad, plenitud y felicidad.
Decía Epicteto: ‘La intranquilidad es la consecuencia natural de centrarse en cosas que están fuera de nuestro control’. A ello bien añadiría Marco Aurelio: ‘La turbación es el resultado de desear lo que está fuera de nuestro alcance y de no apreciar lo que ya tenemos’. Inmediatamente pensarás que los estoicos de bienestar equivocados, que nuestra turbación viene de preocuparnos por cosas que nos importan y que sí que están a nuestro alcance, como el pago de deudas, la búsqueda de trabajo, el enfrentarse a problemas de salud o a disputas familiares. Dirás: ‘Los estoicos aquí se equivocaban’. Pero nada más lejos de la realidad. Los estoicos sabían muy bien lo que decían. Marco Aurelio, que fue nada más y nada menos que emperador romano y tenía un sinfín de grandes y graves problemas que resolver, decía: ‘La tranquilidad de la mente es una joya rara y preciosa que debemos procurar siempre conservar’. Para el estoicismo, alcanzar la serenidad de espíritu o ataraxia es uno de los pilares fundamentales de la verdadera felicidad.
La tranquilidad del alma frente a cualquier circunstancia de la vida es, para ellos, una vía directa hacia la existencia plena y auténtica. Para ello, primero te explicaré en qué consiste la serenidad estoica y por qué es tan valiosa. Y después, te daré 8 consejos para caminar hacia ella con firmeza y seguridad.
1. Entendiendo la Serenidad Estoica
El estoicismo se puede representar como un triángulo. En los tres vértices del triángulo estoico se encuentran la virtud, la felicidad y la serenidad. Las tres son inseparables y son las condiciones fundamentales de toda existencia plena y auténtica. Vamos a profundizar en la doctrina estoica sobre la serenidad.
La serenidad es la disposición del alma que se muestra tranquila, imperturbable y en paz frente a cualquier circunstancia de la vida. Para un estoico, la intranquilidad y la turbación son contrarias a ella y rompen el triángulo estoico, de manera que son resultado de un mal ejercicio de la virtud y, por ello, conducen a la infelicidad.
La serenidad o ataraxia es como un faro que nos guía hacia la calma en mitad de la tempestad. Supone la imposición de la razón, que es el faro sobre los sentimientos y las emociones, que son la tormenta. Por medio de la serenidad, la razón se hace dueña de sí misma y es capaz de pensar más allá de los nervios, la ansiedad y los impulsos. Así, cuando somos capaces de controlar nuestra intranquilidad, nos reconciliamos con nuestra naturaleza humana, cuyo atributo principal es el pensamiento racional, y nos alejamos de los animales caracterizados por los impulsos irracionales. De esta forma, cuando alcanzamos la serenidad, entramos en un mar de calma y tranquilidad, alejados de la tempestad de las pasiones y envueltos en un halo de quietud y paz.
Como ya habrás podido intuir, el alcanzar la serenidad estoica se fundamenta en dos pilares fundamentales: la dicotomía de control y la doctrina del amor fati. Cuando buscamos la serenidad, la dicotomía de control nos ayuda a identificar qué está en nuestra mano hacer y qué no lo está. De esta forma, nos decidimos a solucionar con virtud las cosas que sí están bajo nuestro control y aceptamos las cosas que no lo están, sin preocuparnos por ellas precisamente porque no las podemos controlar. Que serenidad o tranquilidad mayor puede haber que aquella que conoce que ha hecho lo posible y ha dejado ir lo imposible. Porque estar intranquilos si hemos cambiado lo que podíamos cambiar, y lo que no podemos cambiar no nos afecta. Por eso, la dicotomía de control está tan estrechamente vinculada a la doctrina del amor fati. Debemos aceptar nuestro destino y amarlo tal y como es, actuando virtuosamente lo que cae bajo nuestro control y aceptando lo que no lo está, pues todo ello conforma nuestra vida, que es el mejor regalo que se nos ha podido hacer para alcanzar la virtud y felicidad. Cuando practicamos la virtud y controlamos la dicotomía de control y la doctrina del amor fati, la razón reina sobre los impulsos y la serenidad se impone sobre la intranquilidad en cualquier circunstancia de la vida. Y en ese momento es cuando somos verdaderamente libres, porque es cuando verdaderamente podemos elegir qué hacer y qué no hacer. Cuando somos presa de los nervios o la agitación, el entendimiento se nubla y actuamos por impulsos, nos volvemos esclavos de nosotros mismos. Sin embargo, cuando nos mantenemos serenos, es la razón la que nos gobierna, somos dueños de nosotros mismos y podemos elegir con fundamento qué curso de acción es el que más nos conviene tomar ante cualquier circunstancia que nos ocurra. Solo entonces caminamos hacia la felicidad y obramos siendo virtuosos. De ahí que