Aprendiendo a Dominar las Emociones: La Virtud de la Templanza
“A lo largo de tu vida, vas a vivir situaciones muy duras. Quizás las estás viviendo ahora. No es algo que solo te ocurre a ti, es algo normal que nos ocurre a todos. Por desgracia, tendemos a pensar que la vida solo tiene que estar llena de momentos felices y divertidos, engañándonos a nosotros mismos y creando una falsa realidad.
Aunque no nos guste y por mucho que tratemos de evitarlo, en algún momento nos enfrentaremos a una situación que nos lleve al límite. Viendo el lado positivo, como humanos tenemos la capacidad de controlar, en mayor o menor medida, las emociones que sentimos y así enfrentarnos a las situaciones complicadas con mayor efectividad y menor sufrimiento. A pesar de tener esa capacidad como humanos, eso no quiere decir que sea tarea fácil.
Hoy voy a escribir sobre la templanza, una de las cuatro virtudes estoicas.
La Templanza: Dominando Nuestras Emociones
La templanza es la capacidad de un ser humano de hacer las cosas con moderación. Esto puede ser aplicado a cualquier aspecto de la vida, pero en este caso quiero centrarme en la templanza de nuestras emociones, cualidad que parece totalmente olvidada en la sociedad actual.
La Historia del Anillo: Un Ejemplo de Templanza
Una vez, un rey reunió a los sabios de su corte y les dijo: ‘He mandado hacer un precioso anillo con un diamante con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar oculto dentro del anillo algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles, un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo.’
Todos aquellos que escucharon los deseos del Rey eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados. Pero tensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo era muy difícil. Igualmente, pensaron y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy próximo a él un sirviente muy querido, este hombre que había sido también sirviente de su padre y que había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como de la familia y gozaba del respeto de todos. El rey, por esos motivos, también lo consultó y este le dijo: ‘No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.’ ‘¿Cómo lo sabes?’, preguntó el rey. ‘Durante mi larga vida en palacio me he encontrado con todo tipo de gente y, en una oportunidad, me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre y yo estuve a su servicio cuando nos dejó. Yo lo acompañé hasta la puerta para despedirlo y, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje.’ En ese momento, el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje, lo dobló y se lo entregó al rey. ‘Pero no lo leas’, dijo. ‘Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo solo cuando no encuentres salida en una situación.’
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y su reino se vio amenazado. Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa y frente había un precipicio y un profundo valle. Caer por él sería fatal. No podía volver atrás porque el enemigo le cerraba el camino, podía escuchar el trote de los caballos, las voces y la proximidad del enemigo. Fue entonces cuando recordó lo del anillo, sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento. Simplemente decía: ‘Esto también pasará.’ En ese momento fue consciente de que se cernía sobre él un gran silencio, los enemigos que lo perseguían debían de haberse perdido en el bosque o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que le rodeó un inmenso silencio. Ya no sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Doblo el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado. El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile, y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo. En ese momento, nuevamente el anciano que estaba a su lado le dijo: ‘Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo.’ ‘¿Qué quieres decir?’, preguntó el rey. ‘Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo.’ ‘Escucha’, dijo el anciano. ‘Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es solo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientes victorioso. No es solo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero.’
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: ‘Esto también pasará’. Y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, habían desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje: lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces, el anciano le dijo: “Recuerda que todo pasa, ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes como el día y la noche. Hay momentos de alegría y momentos de tristeza, acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza, porque son la naturaleza misma de las cosas.”
Una de las claves para dominar nuestras emociones es entender y recordarnos a nosotros mismos que lo que sentimos en este momento no durará para siempre. ¿Conocéis a alguien que nunca haya experimentado la felicidad o alguien que nunca haya vivido la tristeza? En ambos casos, esas emociones no duran permanentemente. Durante la vida van ocurriendo tanto cosas buenas como malas.
Cuando vivamos un momento triste, ayuda aceptar y entender que esa tristeza pasará. Aceptar no es resignación ni pasividad ni estar de acuerdo con lo que está sucediendo, es simplemente aceptar que muchas de las cosas que nos ocurren no dependen de nosotros, no están bajo nuestro control. La aceptación nos lleva a la proactividad, nos lleva a ser conscientes de que si podemos hacer algo o cambiar nuestra situación, toda nuestra energía e intención debe ir en esa dirección. Cuando aceptamos algo, somos más capaces de ir hacia adelante.
Tampoco debemos apegarnos a los momentos felices. Está bien que los disfrutemos, pero con moderación, sin dejarnos llevar por la euforia que nos haga olvidarnos de que ese momento también pasará. Las personas que se olvidan de esto nunca están preparadas para afrontar las situaciones difíciles de su vida, viven en una burbuja que tarde o temprano explotará.
Un estoico disfruta del momento, pero no se olvida de la realidad de la vida, al igual que sufre en las situaciones difíciles, pero no se deja invadir por la tristeza descontrolada. Eso es la templanza. En la historia que he contado anteriormente, solo se tratan dos emociones: alegría y tristeza, pero la templanza es aplicable a cualquier emoción. No existe ninguna emoción que llevada al extremo se convierta en algo positivo, sin embargo, prácticamente cualquier emoción que sea gestionada con moderación puede aportarnos algo positivo, incluso las emociones negativas, ya que llevadas con templanza nos permiten sacar aprendizajes muy valiosos para nuestra vida.
En palabras de Séneca, la templanza es una virtud que consiste en el dominio y la moderación de los impulsos y deseos para que no nos arrastren hacia el exceso o a la falta. En palabras de Picteto, la templanza es una armonía agradable de los sentimientos que resulta de una vida en la que los deseos están controlados y la razón es el guía. En palabras de Marco Aurelio, la templanza es la virtud que nos ayuda a gobernar y dirigir nuestras pasiones y deseos, evitando los extremos y manteniendo una vida equilibrada y moderada.
¿Tienes algún truco para dominar tus emociones?
Espero tu respuesta en los comentarios. Espero que este artículo pueda servirte en tu camino a dominar tus emociones. La templanza es una virtud que requiere mucho esfuerzo, pero que merece la pena trabajarla.